15/04/20
Este es un diario-no-diario (en adelante D’n’D), lo que encuentro muy coherente con esta epidemia-no-epidemia, esta epidemia de Schrödringer—siempre tengo que mirar cómo se escribe Schrödringer en Internet: se escribe “Schrödringer”,y ya van tres— donde las mascarillas sirven y no sirven simultáneamente y los medicamentos son compasivos pero se indican por protocolo y además hay que aislarse pero hay que salir a trabajar en lo esencial, que no siempre es esencial. Una epidemia donde todos estamos —pero no, o quizá sí— ya infectados o por infectar.
Este es un D’n’D porque un diario se escribe todos los días, literal y no literariamente, y, además, un diario debería ser algo como la memoria, o un tipo de memoria, un recuerdo fijado, traducido, ficticio, como todos los recuerdos. La memoria es un perro al que le tiras un hueso y te trae cualquier cosa, me dijeron que dijo Loriga (y no se me olvida: es demasiado exacto).
Este D’n’D, supongo, es también una forma —paradójica, como todo lo que vale la pena— de no perder la noción del tiempo, de no perder(me) el tiempo.
Una forma de descongelar (durante un momento) este tiempo congelado.
Este diario es para reivindicar la (a)normalidad, sea lo que sea eso o cualquier otra cosa que, de tan poco obvia, haya que ir reivindicando, diariamente.
Este D’n’D es mi respuesta —precaria— a algo que me interpela (“pregunta”, si no fuera yo tan pedante) y que, quizá, soy yo mismo, sea lo que/quien sea “yo mismo”.
Lo siento. Otra vez, dejándome llevar.
Últimamente —lately— intento —lo intento, me tenéis que creer/leer— describir (más), no interpretar o hacerlo menos. Lo he escrito antes, esto. Muchas veces. Me encuentro mejor, me sienta mejor (ahora me describo ¿o me interpreto? como alguien que “se encuentra/siente mejor”) si simplemente describo, si no interfiero/altero demasiado/más la realidad interpretándola, como si fuera una partitura que leo (mal). Debería dejar las acotaciones, también, me diréis. Estoy de acuerdo, pero dejad de interrumpir: ya lo hago yo (con las acotaciones).
A lo que iba: este D’n’D es una emergencia, es decir, algo que surge —y esto es una interpretación, no una descripción: contradecir(me/se) es fundamental en estos tiempos—. Este D’n’D es reaccionario, es decir, es una reacción a alguna causa que quiero creer que no es obvia.
Hay muchas personas escribiendo —o dibujando o dictando o cantando— diarios, estos días y publicándolos, editándose a sí mismas. Como si esta posibilidad (ser visto, ser escuchado, ser leído) fuera, también, una emergencia.
(Y hay mucha gente criticando esto, esta especie de nuevo género: la mala literatura pandémica).
(Y porque un millón de diarios no hacen una crónica legible).
Escribo en una habitación pequeña —una habitación propia, I’m sorry Virginia—, rodeado de estanterías y armarios. Hay un armario de ropa —ropa de abrigo pero ¿qué ropa no lo es?—, cajones con un millón de cosas almacenadas/abandonadas, juguetes detenidos en el tiempo en que fueron juguetes jugados, una impresora, la bolsa con la cámara réflex, los objetivos, los cuadernos. Ni Perec en su día más inspirado podría describir el contenido de esta habitación. [Call me Diógenes] Hay, a mi espalda, una especie de despensa con “las cosas de la limpieza et al”, tan visitadas en estos días, con las cápsulas de café Nespresso de colorines junto a la lejía Neutrex (en casa somos muy de orden alfabético aunque haya que asumir riesgos). (D)Escribo ahora (¿podéis verme ya?) en la misma habitación donde normalmente —es decir, antes, es decir, anormalmente— estudio, trabajo, leo, escribo cosas que raramente/ocasionalmente publico. Frente a mí hay una estantería con libros, la mayoría de los denominados “de consulta” —¿qué libro no lo es?—, fotos sin enmarcar prendidas con clips de cajas o de los lomos de otros libros, mal apoyadas, esperando(me) para caer(se) o ser miradas. A mi izquierda una ventana por donde entra la luz de la tarde tamizada por las nubes —el sol ha tenido la cortesía profesional de no salir tampoco estos días— y llena de verde: pinos, palmeras, acacias, cipreses y el ciruelo que, otra vez, otro año, ha decidido no florecer.
Escribo, describo, decía, este D’n’D.
Por ver(me).
Por si acaso la memoria. Ese perro.