Ayer, después de comer, veo una película, «Agosto», basada en una obra de teatro que, según dice Wikipedia, premiaron con un Pulitzer (no sabía que premiaban teatro, por cierto: investigo y se estrenó en Barcelona y Madrid por distintas compañías). Y es una buena pelicula, con un guión superlativo y magníficos actores. Sam Shepard tiene un papelito donde hace casi de sí mismo: escritor poco conocido y alcohólico. Desconozco lo segundo, pero lo que he leído de él (no creo que sea muy popular, pero es un escritor de reconocida calidad, así que al menos hay un 50% de sí mismo en el papel) siempre me ha gustado.
La película tiene un punto excesivo, ciertas ¿exageraciones?…que la hacen tolerable y, por momentos, la acercan a un tono de (falsa, por cruel) comedia: si fuera un poco más contenida, más real, con menos teatralidad, probablemente resultara insoportable (por devastadora). No es que hable de una familia «desestructurada». Es que habla de la familia, de eso: de sus desencuentros, sus silencios (no solo sus secretos), sus dependencias, sus encasillamientos y de todas esas (pequeñas y enormes) torturas que la acompañan, a veces. Hay también en la peli una especie de antimoraleja: los comienzos difíciles, partir de una infancia de escasez, de educación dura y sin amor (cuando el amor se interpreta como un lujo que no es posible permitirse), no parecen ayudar a ser un adulto mejor, solo más duro, con esa crueldad bien integrada en los memes.
Y también hay algo sobre la verdad como arma arrojadiza (y letal).
Y muchas más cosas, claro. (Advertencia: no hay spoilers en este post).
Porque «Agosto», al final, habla de cualquier posible familia, de algo como una fosa abisal donde nacen peces. Pero peces ciegos.