Pequeñas frustraciones vacacionales: no puedo participar en la carrera (cross, dice el folleto) oficial de este lugar –de cuyo nombre no quiero olvidarme– porque coincide con el día que nos vamos. El arroz, ayer, no salió perfecto y la sandía no estaba tan dulce como esperábamos. Hoy hace demasiado calor, incluso junto al mar. El vino blanco exagera su nota de cata como quien falsea su curriculum. La película que escogimos anoche no era, para nada, divertida ni inteligente ni nada de lo que presumía su cartel. El libro de Rodrigo Fresán ha derivado más a Cumbres Borrascosas que a Nabokov y se está haciendo un poco cuesta arriba. Nota mental. ¿Leer a las Brontë? ¿En serio?
Alguien (mucha gente) debe(is) estar haciendo que el mundo funcione mientras yo me dedico a hacer el bobo con estas notas (ficticias) de unas vaciones (reales), mientras me quejo de cosas de tan escasa importancia, adoptando una actitud tan ¿infantil? –no, los niños no se quejan del vino blanco–. Creo, simplemente –todas las creencias tienen algo de simple, supongo–, que aún no estoy preparado para volver a la Realidad (™). Estas pequeñas frustraciones vacacionales probablemente sólo indican que quiero darme un día más, una carrera, una comida, una sandía, un vino más.
Leo los signos (en la nota de cata).
Hoy nos vamos. Recogemos todo lo que hemos ido acumulando en estas dos semanas: lo que trajimos, lo que compramos por aquí (algún traje de las tiendas con olor a incienso: a veces vamos #afavordeguiri), las cosas del perro, lo que más abulta primero. En un par de horas tenemos todo colocado y el coche a punto de explotar. Echamos una última mirada al mar. Hoy vuelve a hacer sur. Lebeche o jaloque, nunca nos decidiremos, ni falta que hace. Dejamos un horizonte en buen uso, para quien lo pueda/quiera disfrutar. Preferentemente, con ojos de JB (Jaqueline Bisset ¿qué os pensabais?).