Diario de una cuarentina (2)

18/3. Voy en bici al trabajo (doble privilegio). En el trabajo se habla fundamentalmente de mascarillas. M está bien y mañana podrá ser alta. Lo de A y lo de I ha ido bien. Me he alegrado de ver a Paco, hacía tiempo ya. La resi sigue en el camino —paciente— de ser una buena cirujana. Resuelvo un par de consultas por teléfono (esas son las instrucciones). Creo que R ha entendido bien lo de la quimioterapia y no se ha asustado (demasiado). Creo, por teléfono. Un par de reuniones organizativas (y fructíferas) intercaladas y doscientos whatsapps más tarde pedaleo de vuelta y noto que me duele la rodilla —la rodilla derecha— y pienso que el cuerpo no tiene ningún sentido de lo importante. No es el momento de que te duela levemente la rodilla, pienso. Es el momento del drama y el heroísmo. O quizá es el momento de que veamos menos “La Sexta”. A la altura de la carretera de Santa Catalina ya no me duele. En la puerta de Jesús Abandonado hay un montón de gente. Eso no cambia, ese momento, para esa gente, siempre es el mismo momento.

En casa —la familia bien, gracias— oigo lo nuevo de Fito Páez en Spotify (“Qué pasó en el mundo/que se puso tan policía”). Eso. Ya lo sabemos.

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